Hospitalitè NDL

El baño en las piscinas

El baño en las piscinas de Lourdes es uno de esos momentos especiales en toda peregrinación a la gruta de Masabiel. No es, como nos recordaba el Santo Padre en su viaje al santuario, como lotería del milagro, sino como un modo de experimentar «la dulce maternidad de la Virgen» y a través de ella del Amor de Dios.

Es importante que cuanto te dispongas a acudir a las piscinas tengas en cuenta unas cuantas actitudes para lograr el mayor provecho de esta experiencia. Hay que convertir todo el proceso en una ocasión de oración. Para ello os propongo unos momentos y actitudes que nos pueden ayudar.

  1. Nos ponemos en marcha hacia las piscinas. Hemos tomado la decisión de acudir al encuentro con Dios y con la Señora. Una buena reflexión y actitud puede ser el sentir en nosotros los sentimientos del hijo prodigo “me pondré en marcha e iré donde mi padre” (LUCAS 15:11-32).
  2. Al llegar nos encontramos que tenemos que esperar nuestro turno para pasar a las piscinas. Y es en esa espera en la que encontramos una nueva ocasión de oración desde nuestras actitudes. Espera que tenemos que convertir en esperanza como virtud cristiana. Es la espera del Pueblo de Dios a la llegada del mesías, concretada en la espera de María en el Adviento. Como la espera de María en la infancia de Jesús, cuando guardaba todo en su corazón. Espera que se convierte en esperanza en los cristianos que aguardamos la vuelta de Cristo. Para ello durante esa espera nos ayudaran con rezos, cantos, lecturas, etc. No es únicamente una forma piadosa de pasar el rato es una ayuda para descubrir en nuestro corazón nuestras esperanzas y ponerlas en Dios.
  3. Entramos al edificio de las piscinas y nos van a pedir que nos quitemos la ropa. A demás de una cuestión práctica es una nueva ocasión de oración. Es el momento en que nos quitamos todo lo que es apariencia, todo lo que disfraza lo que somos, y nos colocamos ante Dios con nuestra verdad. Empezado por un gesto tan simple como descalzarnos, “Descálzate pues el terreno que pisas es tierra sagrada” (Ex. 3), y es así pues es el momento en que mostramos nuestra vida ante Dios, en que reconocemos nuestra pobreza. En ese momento no hay distinciones, nada puede disfrazar que somos todos iguales, hermanos e hijos del mismo Padre. No hay trajes ni distintivos, la religiosa y el ama de casa no se distinguen, el banquero y el estudiante se igualan ante su creador, solo vestidos con lo mínimo que exige el pudor. Ya no hay distinciones ni preferencias humanas, la única preferencia es la de Dios por los pequeños y enfermos. Nuestra actitud es presentar al Señor lo que somos, tomar conciencia de esa pobreza y decirle que sea el nuestro auxilio.
  4. Pasamos al la piscina, es el momento de ponernos en las manos de Dios y también en manos de los hermanos que son extensión de las manos y el amor de Dios. Déjate llevar, ellos te indicaran lo que has de hacer. También en esto hay una actitud de oración, es el momento de presentar tus peticiones a María como mediadora, por tus necesidades o las de otros que llevas en tu corazón, pero como Jesús en el huerto de los olivos tenemos que decir “no se haga mi voluntad sino la tuya”. Entonces nos ayudaran a tumbarnos en la piscina no opongas resistencia, no quieras imponer tu voluntad, acepta las manos de Dios, confía en esas manos, de ese modo tu oración cobrara mayor sentido de abandono en la voluntad del Padre y resultara mas fácil el baño, para ti y para los voluntarios que te están ayudando. Al salir del agua da gracias a Dios por sentirte limpio y renovado y de nuevo déjate llevar por las indicaciones de los voluntarios. Da también las gracias a esos voluntarios.
  5. Al salir de la piscina no seques tu piel con una toalla, es la gracia de Dios que quiere empapar hasta el último poro, descubrirás que no lo necesitas. Al volver a vestir tu cuerpo piensa en lo que San Pablo nos dice de revestirnos del hombre nuevo. Es nuestra misma ropa, nuestra misma vida, pero mientras nos ponemos esas prendas hagamos propósito de renovar nuestra vida según la vida nueva en Cristo. Y no estaría mal acabar este acto de fe acudiendo a la gruta y presentar a la Señora todo lo que hemos sentido y vivido y pedirla que nos ayude a interiorizarlo en el corazón.

Son solo algunos consejos que pueden ayudarte a descubrir una experiencia que llena el corazón de miles de personas cada mes. No es necesario que lo hagas así, pero si que, lo vivas como lo vivas, abras tu corazón y que no sea solo un momento sin importancia o rutinario. De lo contrario te perderás una de las mayores experiencias de amor y abandono que puedes sentir en la peregrinación.

Si en el servicio te toca como voluntario ayudar en las piscinas, con tu actitud, tu respeto, tu silencio, tu servicialidad y oración has de ayudar a vivir este momento a los que se acerquen. Los despistes, las conversaciones vacías, las prisas y las brusquedades no ayudan a descubrir en ti un instrumento del amor de Dios, ni el propio Amor del Padre.

P.Victor Hernández. Sacerdote de la Hospitalidad de Madrid

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